jueves, 25 de marzo de 2010

Frabicando cristal.

La lágrima cristalina nació de su hombro, y corrió rápidamente hacia su lagrimal, el movimiento ascendente de esa bolita salada era divertido, e incluso, se aventuró a decir, que excitante, aún así volvió a la fábrica de donde nunca debió salir.

Eva Te.

domingo, 21 de marzo de 2010

El tesoro.

Se despertó y vio su rostro reflejado en un espejo de mano que flotaba en el aíre oscuro de la noche. Se asustó. A aparte de despeinada y ojerosa tenía un agujero en la frente. Se le estaban escapando las ideas. Del susto, se llevo la mano al pecho, y se le inundó hasta la muñeca, se le estaban escapando los quereres.

Encendió la luz de mesilla de noche, por el pasillo se veían bailando al ritmo del tic-tac del reloj una fila de pensamientos y emociones. Los recogió todos y los guardo en el joyero. Desde ese día iba por la calle con dos agujeros más y sin pensar ni sentir. Pero eso sí, sus tesoros estaban a buen recaudo.

Eva Te.

viernes, 19 de marzo de 2010

Nacer en lo duro.

Mis manos se inundaron en la arena, mis rodillas, se clavaron en el suelo de hormigón de la playa. Las quejas del viento impactaron contra la ventana del duodécimo piso del rascacielos enano. Las semillas, volando en una nube de polen amarillo que me hace estornudar, se colaron entre los huecos del terreno pedregoso, fecundaron de vida el estado inerte de su materia. Como era de esperar la mezcla fue desastrosa.
Eva Te.

jueves, 18 de marzo de 2010

Oscar.

Se rascó la cabeza para pensar mejor. No sirvió de nada, siguió estando nerviosa. Alzó la mirada más allá de la montura de sus ganas, o de sus gafas, da igual. Sus súper poderes congelaron la leche que daba vueltas en el microondas, esta vez se había superado por encima de todas las cosas, había atravesado con su rayo la maleza del conglomerado cristalino. Se rió. Se rascó la cabeza y apago la luz sin tocar el interruptor.

Eva Te.

viernes, 12 de marzo de 2010

Cargador de momentos.

Lo único que llenaba por aquel entonces mi espalda eran las sonrisas. Tenía sobrecarga. Los silencios se escondían entre los dedos de los pies, y me hacían cosquillas. Se iban escapando con soltura mientras andaba, mientras daba patadas a las hojas del otoño. Me convertí en montaña de hojas azules del tiempo, de un día para otro, no superé el peso, él cayó conmigo, y yo caí con él.

Eva Te.